sábado, 2 de julio de 2011

Isola del desiderio

Lo anhelaba con todas sus fuerzas. Poder reencontrarse consigo mismo. Esa sensación, los instantes previos a medrar hacia algo mejor - o peor -.
Caminar bajo la lluvia, indagar distritos desconocidos, poder aprender y olvidar a la vez. Sobre todo esto último. Se alegraba de que ese desuso mental fuera a más, llegando a la atrofia parcial transitoria de cada retal. Pudiendo, incluso, llegar a construir nuevos caminos. Una vereda en la que se encontraba impar y se lo agradecía constantemente. Melodías narcolépticas con las que levitaba a universos mejores, países de los que no querría regresar nunca. Un lugar en el cuál el único hastío emergente era afán por desear y sentirse deseado.

1 comentario:

Julius dijo...

Le ley del deseo es en ocasiones tan incontrolable que no infringirla es quizá peor castigo que acatar sin indulgencia las penurias de su eterno quebrantamiento.